
Claramente no nos entro nada, si llega a haber asomado uno hubiese sido la leche, pero lo importante era pasar un buen rato. Así que recogimos todo el despliegue y volvimos poco a poco para el coche, recapacitando sobre la candonga que habíamos preparado en un momento.


Al llegar al coche nos encontramos a Avelino y Emilio preparados para salir al monte. Le conozco a Avelino después de un tiempo leyéndole por la red, y por fin conseguimos compartir una jornada de caza con gente del foro, y no solo palabras.

Yo iré con Emilio, mientras que Oscar ira con Avelino a ver si consiguen ver esas corzas. Empezamos a recechar poco a poco y de vez en cuando contacto por el walkie con Emilio para ver como va, pero al no conocerse él la zona no tardo mucho en perderle la pista.
Por fin y después de unas cuantas llamadas me dice que ha llegado al valle y que esta viendo cinco corzos en el trigo por el que había subido yo a la mañana. Si, si, ¡Cinco! Yo estaba bastante cerca, y como andábamos justos de luz, recorte distancias por el monte como un loco. En unos minutos tenía a las corzas dentro de los 50 metros.


Luego a la vuelta me junté ya de noche con Emilio, que aprovecho la ocasión para darme una vuelta turística por el coto, pero después de media hora conseguí convencerle de que íbamos al campamento y ¡No de paseo!.
Nos reímos un buen rato en el campamento mientras contábamos nuestra aventuras a la tarde, pero al parecer Emilio y yo habíamos tenido bastante suerte porque Oscar...

Estos se marcharon y después de picotear algo hicimos una visita a nuestro amigo Carlos, que se encontraba en Castillejo de Robledo con razón del campeonato de España de recorrido de caza. Al final, que si una cosa y la otra, nos metimos al saco a eso de las dos de la mañana....
Anímate y comenta el relato en El otoño y los corzos
No hay comentarios:
Publicar un comentario