El otoño y los corzos (2)

En un par de salidas más no fui capaz de verle, ni a él, ni a la hembra con la cría. Lo único que veo es un corcito joven más adelante, tiene ya las seis puntas bien formadas, pero se ve que es muy jovencito, ese para el año que viene, y por lo que veo, creo que también se va a quedar para el año que viene el corzo de la miel, estamos ya en octubre y no queda mucha temporada por delante.

Pero no paran de pasarme por la cabeza los distintos encuentros que he tenido con mi amigo, tengo que seguir intentándolo. Le vi por primera vez ojeando sitios en la pretemporada, y por lo menos una vez al mes me lo cruzaba por le bosque. Ya le he tirado una flecha, se ha hartado de ladrarme y me ha pillado tensando el arco un par de veces.

El jueves pasado a media me fui a chequear los distintos puestos de jabalí pos si estaban entrando, aunque con la bellota ya caída no era de extrañar que estuviesen sin tocar. Así que después de comprobar que no habían comido en el puesto de la miel, me metí en el coche y fui a dar la vuelta a las colmenas.

No me lo puedo creer, de camino, en la misma campa de siempre le veo al corzo comiendo. Paro el coche y me froto los ojos, intento asimilar lo que ven mis ojos,el corzo de la miel comiendo a 25 metros del coche tan tranquilo, me mira, y sigue comiendo. ¡No puede ser! Después de unos segundos reacciono y sigo andando con el coche. El corzo está acostumbrado a que el dueño de las colmenas pase por ese camino cuatro veces diarias, así que lo probable es que no se haya asustado, crucemos los dedos.

Paro el coche en las colmenas y me preparo a toda velocidad, en un par de minutos ya estaba andando suavemente hacia él. Avanzo muy despacio, no puede estar muy lejos, si es que sigue ahí claro. A escasos quince metros de distancia, le veo los cuernos al corzo por encima de una zarza. ¡Ufff! LA pierna me empieza a templar, las pulsaciones se disparan, soy incapaz de pensar con claridad, ¡Me falta aire!

Me siento suavemente a esperar una oportunidad clara de tiro, le tengo muy cerca pero solo le veo los cuernos, no tengo prisa, ya se moverá. Pasan los minutos y empiezan los calambres en las piernas, pero hay que aguantar, es mi gran oportunidad. Después de media hora oiéndole comer al corzo, se gira y me mira fijamente, ¡Cagüen ross!, algo nota. Poco a poco se empieza a acercar para comprobar lo que soy, le veo a través de las zarzas como viene con las orejas bien abierta.

De repente pega un salto hacia atrás y aprovecho para tensar el arco, se que lo hace para ver si me muevo, y que va a volver a ver lo que soy. Y así fue, poco a poco vuelve, 15 metros, 14,13... pero con la zarza no puedo tirar. Finalmente se empieza a descubrir, lo tengo al lado, no se si llegaría a los 10 metros, le meto el pin en el pecho y suelto, ¡ZAS!.

Me tiro al suelo y me pongo a reír, a reír por no llorar, lo he fallado... La flecha iba bien, pero antes de llegar al corzo a tocado en una rama y ha salido dando loopins para arriba, acabo de desperdiciar la mejor oportunidad hasta el momento. Estos momentos son duros, muy duros, dormir en la tienda de campaña, madrugones, horas y horas en ese bosque, para que luego...

En fin, ¡Inmunes al desanimo!, recojo la flecha y sigo recechando mientras medito en lo sucedido. Dándole vueltas me doy cuenta que es costumbre que falle a los corzos un par de veces antes de pegarles, así que esto no pinta tan mal. El que corzo de primavera lo cobré a la cuarta, y también le falle a 10 metros, ¡Esto es una señal!. No hay que tirar la toalla, a seguir intentándolo que mañana será otro día.

Y Faco sigue sin trabajo, menudo dueño estoy hecho.

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