Seguimos disfrutando del relato de Gerardo...
"Como habíamos dicho Alberto había tirado la noche anterior en tres ocasiones (¡qué jodio!) y había hecho chicha seguro en uno y tenía dudas en otro. Así pues, a Runa le iba tocar andar en danza. A mi me tenía preocupado que el ambiente era muy seco, mucho al menos para el promedio al que Runa y yo estamos acostumbrados.
Eran las 8 cuando llegó Goyo pero por distintos motivos nos demoramos en salir, con lo que no llegamos a la finca hasta pasadas las 9:15. Aunque la mañana entonces no estaba calurosa la humedad de la noche ya había desaparecido no habiendo ni gota de rocío. Goyo me advirtió que además en puesto de Alberto iba a tener otro inconveniente: estaba rodeado de encames, como efectivamente así pudimos comprobar al punto.
Llegamos al puesto, que estaba en un árbol, como a 5 metros sobre el suelo, y le echamos un ojo, aún sin la perra, al jabalí sobre el que había dudas, no detectando sangre, si bien en la flecha sí se había encontrado pelo. Decidimos mirar entonces el otro comprobando en seguida que sí la daba, si bien la primera impresión es que debía tratarse de un tiro “sucio”.
Así que nos preparamos para el rastreo cogiendo la traílla y a Runa. En previsión del calor cogí una botella de agua que me fue llevando Alberto, que iba con el arco, mientras Goyo iba comprobando la calidad de la sangre. Runa enhebró el rastro enseguida pero pronto ví un primer problema: el jabalí iba dando sangre pero no abandonaba el “carreiro” o senda sobada. Cuando un bicho va bien pagado por lo general se escapa de forma atropellada arrollando el monte. Otro detalle que aún no entendemos es que habiendo disparado un tubo de aluminio este no apareciese roto o bien la flecha entera. ¡Cosas que pasan!
A partir de ahí las cosas no fueron bien; había mucha caza en la mata. Todo eran cagadas frescas y viejas de jabalíes, ciervos y zorros. La perra cruzaba rastros frescos de forma más o menos continua. A pesar de ello iba viendo algunas gotas de sangre. Aquí cometí un error de principiante; cegado como iba no marqué el rastro, bueno en realidad sí lo hice pero tarde. Después de bajar a un arroyo, lo que ponía buena facha, de pronto el rastro cambiaba de ladera e iba cuesta arriba –lo que no tiene nada de particular ya que lo he visto muchas veces- pero lo malo es que regresaba a punto de donde habíamos partido. Desde antes del arroyo la herida se había tapado y yo ya iba con dudas, si bien la perra tiraba de firme. De pronto ví en una piedra una pequeña gota con un “cuajarón” de sangre. ”La cosa va bien” pensé, y aquí fue el tercer error. Más adelante empecé a pensar que este era el rastro “cambiado” del otro jabalí al que había herido Alberto y que daba poca sangre. Enseguida Goyo me dijo lo mismo que yo ya estaba pensando. Allí había un follón de rastros que nos iba a costar desentrañar.
De pronto Runa empezó a marcar de nuevo y descubrimos unas matas manchadas de sangre por ambos lados de la senda. Perdí un poco la serenidad y me emocioné pensando que rehacíamos el rastro, pero fue en balde. El calor ya apretaba y descubrimos que perdíamos la sangre sin remedio. Runa marcaba pero era ya difícil centrarla, ya que íbamos de nuevo sobre un rastro que habíamos pisado con anterioridad y, lo peor, no había marcado adecuadamente. Si hubiera señalado el punto de la ladera donde ví la última sangre antes de cruzar el arroyo habría habido alguna oportunidad, pero no lo hice.
Seguimos con poca fe hasta dejarnos caer por toda la ladera, llegando a una charcuela que vimos no se había tomado aquella noche. El jabalí no había llegado allí. Es posible que se nos quedase en algún zarzón, quizás no muy lejos, quién sabe…El caso es que lo perdimos.
En el pisteo casi me salto un ojo, me rompí la camiseta nueva y me despellejé los brazos entre las jaras. De lo malo salí oliendo a monte, que es gloria, y aún a día de hoy la traílla huele a espliego y a jara.
Resumiendo, cometí tres errores:
- Tardar en empezar a pistear. La humedad es fundamental, mejor pistear al última hora de la tarde que por la mañana, la humedad va a más, y por la mañana a menos.
- No marcar la sangre a cada pérdida.
- No haber sido reflexivo y sereno en un contexto poco propicio (abundancia de caza, terreno seco).
Nos recogieron en un cortadero y fuimos a ver si, por pura chiripa, había cortado pelo yo la noche antes, si bien tenía la total certeza de mi yerro. Comprobamos fehacientemente que soy un manta y además no encontré la flecha que adiviné había rebotado yendo a parar al mismísimo carajo. Eso sí, encontramos flechas de otros cazadores, alegrándose alguno de hacerse con una punta Silver Flame, así de babero, de amigos cazadores que a buen segur daban algo por su recuperación.
Finalmente nos recogimos al campamento a almorzar algo, que alguno había tenido desgaste aunque no se hubiese ganado la pitanza.
Entre tanto Pedro había quedado con mi amigo Luis Barata, un cazador lisboeta apasionado de los perros, criador de teckels y sabuesos de Baviera, que le llevaba al Talibán la promesa de futuros y complicados cobros. Después de cierto periplo aterrizaron Luis, su hijo y dos hermosos sabuesos que nos dejaron a todos enamorados con la precisión de sus formas, y es que Luis es un maestro en esto de los perros bellos y de calidad. Así pues, conocimos a Faco, que enseguida se iba a convertir en el “alter ego” de Pedro.
Recogimos el equipaje y pusimos rumbo a un nuevo destino: La Quesera. "
Animate y sigue la caceria en Alla vamos!!
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