Tras el duende...1

En abril, corzos mil... ¡A ver si es verdad!

Después de un más de un mes en boxes, ya teníamos ganas de salir al campo para jugar con el arco y los corcetes. Así que, sin dudarlo, el primer fin de semana nos fuimos Faco y yo al coto a probar suerte, ¡No se quien de los dos tenía más ganas!

El día lo dedico a trabajar un poco, por una u otra razón no había podido venir antes y tenía muchas cosas que hacer para poner todo a punto, que si comederos, treestands, puestos, etc... Al final como siempre, para cuando me quise dar cuenta a era hora de preparase para salir, ¡Si es que no da tiempo a nada!

Iba a ir a la tarde al puesto de la lomilla, esta todavía sin estrenar y es un sitio con mucho movimiento de corzos, creo que las cuatro o cinco veces que he ido, e visto u oído corzos. Se trata de una esquinita de bosque con alguna que otra zarza, que esta llena de camas y rascaderos, además, es un bonito paso de jabalís.

Voy con tiempo, me apetece disfrutar la tarde, hace un día esplendido. Me subo y preparo todos los chismes, que si cámara de video, trípode, baterías, cuerda, más baterías, cuelgo los primáticos, mochila, arnés...vamos la sencillez de la caza con arco.

Al cabo de media hora sentado en el árbol oigo ruido a mi espalda, me giro y veo como me pasan a toda pastilla tres cuasirayones. Parecen despistados, que pena me da ver huérfanos.

El sol empieza a bajar, y con el mi tensión. Se empieza a notar el madrugón y la mañana que me he pegado de currelo, y con ese solcito suave dan ganas de cerrar un pelín los ojos... Pero no, tengo buenas vibraciones, llevo la chamarrilla horrible de Joan y la gorra de Flecha verde, ¡Seguro que me dan suerte!

De repente se pone un corzo a ladrar en la ladera de enfrente, ¡ba! ¡ba! ¡Ba!, cuando a los pocos segundos, a no más de cuarenta metros del árbol le contesta el jefe. ¡BAUUUUU! Su padre, ¡Que susto! Uno de esos ladridos roncos roncos, parecía que se había reencarnado en corzo el mismísimo Colombo.

Me levanto suavemente y me preparo, ¡Estoy como una moto!, lo tengo muy cerca y cada vez que ladra tiembla hasta el árbol. Pasa un buen rato y se calla. Después de media hora de pie decido sentarme de nuevo que se me esta durmiendo el brazo, y es en ese momento, cuando veo moverse una oreja entre todas las ramitas, no quiero ni mirar.

Me pongo en posición otra vez lentamente, echo la mano al cuello y le miro con el medidor de distancias, a simple vista ya se veía que era macho, pero los pocos aumentos del medidor me lo confirman, le juzgo los cuernos entre las ramas, es un seis puntas precioso, gira la cabeza y mira en mi dirección, es entonces cuando le veo la masa, ¡Puff! ¡Que corzo! ¡Es MI oportunidad!

Decido no mirarle más los cuernos, cada vez estoy más nervioso y fijarme en ellos no ayuda, ademas si hay suerte, ya se los mirare luego de cerca. Me centro en buscar un hueco entre las ramas, no va a ser fácil, lo tengo a treinta metros y es casi imposible encontrar una línea de tiro limpia, ¡Que angustia!

Por fin veo una clara, tenso el arco y me concentro, poco a poco el corzo se coloca, le meto el pin y...y me doy cuenta que hay una minúscula rama delante suyo, pero bueno, si tengo suerte la libro... ¿Suerte? Me dejo de suertes y destenso el arco suavemente, no quiero depender de ella. No hay que precipitarse. Cojo el medidor y sigo buscando un hueco, mientras, el corzo ramonea tranquilo.

Parece que he encontrado otro, es pequeño, pero creo que está limpio, aunque hasta que no se ponga el corzo en el no podré distinguir las ramitas pequeñas. Distancia 30 metros. Tenso lentamente el arco y me preparo, el corzo poco a poco se pone cruzado en el hueco, ahora o nunca. No tiene pinta de que vaya a acercarse, además la experiencia me dice que mucha suerte estoy teniendo con esta oportunidad.

Me concentro como nunca, no estoy dispuesto a desaprovechar este momento. Apunto con el primer pin para librar unas ramitas que tengo a 20 metros, y con el segundo pin apunto justo debajo del pecho del corzo, y cuando creo que tengo todos los planos, distancias y ramitas centradas, suelto.

¡Fok!

Sale corriendo hacia la derecha, veinte metros, torniquete y ladera abajo. Parece que va tocado, aunque soy incapaz de saber bien donde le he pegado. Empiezan los temblores, estoy como loco, ¡Necesito bajar yaaa! Pero tengo que esperar, así que echo mano al móvil y mensaje al jefe.

La media hora de rigor y bajo a ver la flecha, están las plumas llenas de sangre roja, no tiene mala pinta, pero el no ver ni gota de sangre alrededor me asusta un poco y decido dejarlo para el día siguiente con calma que se me echa la noche encima.

En ese momento oigo pasitos, rodilla al suelo y me preparo. ¡Un raposo a contra rastro! Que avispados son los jodios. Tenso el arco y me siente, gira sobre si mismo y se larga poco a poco al trote entre los árboles. Cuando veo un hueco le silbo y se para, ¡Ahí te va! Pero me limito a pegarle un buen flechazo al árbol de detrás, ¡Por un pelo!

Vuelvo al árbol, total se que no voy a pegar ojo en la cama y por lo menos aquí subido estoy entretenido. Ya justo de noche oigo una piara, están barranco abajo y parece que suben. ¡Que pasada de tarde! Después de un buen rato oyéndoles pegarse abajo decido bajarme, parece que se han entretenido con algo.

Paseo a Faco y al sobre. Como no puedo dormir le mando un mensaje a Gerardo, el experto en rastros, perros, sangre y corzo. Me están entrando dudas existenciales sobre la colocación del tiro, sobre si debo soltar al perro si lo levanto, que si las malditas estadísticas de no se donde, etc. Pastillazo de valeriana y a intentar dormir algo.

Al día siguiente quedo con Julito para ir a cobrar, solo trae buenas noticias, Bob esta lesionado y no ha podido traer la escopeta, así que dependemos solamente de Faco y del arco, estoy con miedo, supongo que lo encontraremos cerca, pero han sido muchas horas en la cama comiéndome el tarro. ¡Animo Faco!

Meto al "crack" en la flecha, morro al suelo y empieza a dar círculos. Enseguida coge la dirección del corzo, parece que lo lleva por que se le ve decidido, pero seguimos sin ver sangre. Llegamos a la zona en la que el corzo pega el quiebro, ahí se lía y se pone a hacer círculos cada vez más grandes, con lo pequeñajo que es y como el solo se busca las vueltas.

Julito encuentra una gotita de sangre, se la enseño a Faco y vuelve a coger el rastro como un rayo. Va como una bala, y ahora en cambio vemos sangre de vez en cuando. Se despista pero lo vuelve a coger, ¡Es una maquina! Después de 130 metros de pisteo legamos a una cama, parece como si hubiese muerto ahí pero el corzo no está. Miramos un poco alrededor y encontramos mas sangre, mechones de pelo, tierra movida, y no tarde mucho en darme cuenta. "Julito, creo que ya se con lo que estaban jugando los jabalíes de ayer."
Animo a Faco a que busque, en estos momentos el corzo podía estar en cualquier lado, y solo nos quedaba rezar por que no se lo hubiesen llevado muy lejos. Afortunadamente, Faco no tarda mucho en dar con los restos del corzo, (La cabeza y un pelín de costillar, VER FOTO). Salgo corriendo y le felicito, ha estado hecho un fenómeno, mientras le abrazo le cojo la cabeza al corzo y... ¡Casi se me saltan las lagrimas! ¡Que pedazo corzo!

Un corzazo precioso, me ha costado cinco años conseguir cobrar un corzo de verdad, ¡Que ilusión! Es gordo, perlado, lleno de detallitos como una doble contraluchadera, una perla que parece una punta, la luchadera doblada,... ¡Como a mi me gustan!

Abrazos, fotos, y más abrazos. Llamada al jefe para contarle todo, y también algún que otro mensaje multimedia a los que doy el coñazo a diario. ¡Esto es para celebrarlo!



Todavía no me lo acabo de creer, me va a costar mucho repetir esto, pero sin duda todo este tiempo intentándolo ha merecido la pena.

Un abrazo y, ¡Suerte con los duendes!

Perdón por la estética de algunas de las fotografias, pero los jabalíes no lo dejaron muy presentable.