Al día siguiente nos despedíamos de John y su familia y seguimos viaje, hasta que unas jornadas más tarde llegamos a la zona en la que estábamos al principio de éste relato, volviendo al coche después de haber cazado el wallaby.
En realidad aparecimos allí por casualidad. Siguiendo una pista de los aborígenes de pronto aparecimos en una enorme playa en la que desaparecían las rodadas, más adelante había un brazo de mar, al otro lado seguía el bosque. Como no sabíamos si era posible pasar la ría, ni teníamos la intención de meternos en ella para comprobar la profundidad, sobre todo después de haber visto los peligrosos cocodrilos de agua salada deambulando por las proximidades, decidimos quedarnos a cazar por allí y mirar a ver si pasaba alguien y nos indicaba como salir de aquella encerrona, ya que volver sobre nuestros pasos nos suponía un rodeo de más de
El lugar era precioso, con palmeras, eucaliptos, aves acuáticas y mucho rastro de jabalí. Aquí pasamos dos días cazando y a pesar de ver bastantes solo pudimos abatir uno, eso sí, con buenas defensas.
Al final del segundo día, cuando estábamos recogiendo leña para la hoguera, oímos a alguien que se acercaba y nos encontramos a otros que iban guiados por un aborigen. Les preguntamos por dónde podíamos salir de allí y nos indicaron que la única forma posible era atravesando la playa y la ría buscando un vado que “creían que podíamos pasar con el todo-terreno”. La otra alternativa era dar el rodeo, pero, como no teníamos gasoil suficiente, lo que se imponía era arriesgarse a cruzar.
El mayor problema era que al coger el vehículo nos avisaron que el seguro no nos cubría absolutamente nada si nos adentrábamos en aquella parte del país, así que deberíamos asegurarnos del tipo de fondo que era y de su profundidad. Así que primero tenía que pasar uno de nosotros a pie con un ojo en el fondo y otro en los cocodrilos. Encontramos el vado y al ver que teníamos posibilidades nos lanzamos, Afortunadamente, pero no sin problemas, logramos pasar.
Una vez al otro lado seguimos la pista llegando a una zona árida y reseca que tardamos un día en atravesar, llegando a las planicies del Golfo de Carpentaria. Es esta región más pobre en vegetación y en agua por lo que pasamos por ella casi sin detenernos hasta entrar en el Territorio del Norte en los que vuelve a aparecer la vegetación boscosa.
En esta zona conseguimos abatir dos jabalíes más y algunas aves que pasaron rápidamente a la sartén, resultando ser deliciosas.
Sabíamos, por la recopilación de información que hicimos al preparar el viaje que nos encontrábamos cerca de unas montañas frecuentadas por los aborígenes nómadas en las que había abundantes pinturas rupestres. Dedicamos el día a buscarlas por entre los abrigos rocosos, descubriendo asombrados la agradable temperatura que allí se disfrutaba. Ello era debido a las corrientes de aire que se producían al pasar el viento por los huecos que había entre los grandes bloques de piedra. Como era de esperar allí se hallaban las pinturas. Nos sorprendieron por su originalidad y su atención al detalle, apreciándose el esmero con el que fueron realizadas. Respetando sus creencias no nos adentramos en la zona que ellos consideraban sagrada y por lo tanto estaba prohibida la presencia de los no aborígenes.
El lugar era muy agradable, por lo que aquí nos quedamos a disfrutar de los últimos días que nos restaban en un país tan distinto al nuestro, pero tan misterioso y fascinante al mismo tiempo.
Tres días después en Darwin, donde terminaba nuestra aventura australiana, cansados pero contentos de haber hecho realidad un sueño que nunca creímos íbamos a realizar.
2 comentarios:
Menuda aventura!! Eso es pegarse unas buenas vacaciones, a ver si te cojes unos cuantos dias y lo repetimos..
En cuanto tenga tres semanas nos liamos la manta.......además ahora ya me sé los sitios buenos jajaja
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