A orillas del Zambeze -Día 4-

Durante el día hace bastante calor, pero por las mañanas hay que abrigarse que refresca, ¡El cachimbo!. Nos bajamos en la primera pan para ver si los búfalos han estado bebiendo por la noche. Nada más entran en la hierbas nos silva mi padre, que todavía se estaba bajando del todo terreno.¡Un duiker!.

Acababa de ver un duiker rojo cruzar el camino huyendo de nosotros. Así que mientras los pisteiros buscaban huellas, Conroy y yo nos vamos a ver si le vemos. Nos metemos poco a poco por el bosque, cuando Conroy me señala una manchita roja entre las ramas, como a unos treinta metros.

Nos quedamos juzgándole unos minutos con los prismáticos, es una hembra muy vieja y Conroy me anima a que le intente tirar. Yo que para esas cosas soy fácil de convencer y puesto que la hembras también tienen cuernos, a veces incluso más grandes, pues ¿Por que no?.

Poco a poco Conroy se va y me deja solo, todo un detalle, por que hay algunos que quieren estar ahí hasta el final. Me acerco poco a poco, pero a pesar de tenerle a quince metros no le puedo tirar con tanta rama. Además no para quieto y enseguida le pierdo de vista.

Sigo poco a poco por donde le había visto desaparecer, y me lo encuentro cruzado al final de un túnel entre los árboles. Rangefinder 40, está muy lejos, pero aquí las oportunidades no abundan y se que lo puedo hacer. En ese momento no lo dudé ni un segundo, estaba totalmente convencido de que podía hacerlo y de que lo iba ha hacer bien. Lo tenía claro.

La secuencia fue más automática que nunca, estaba realmente concentrado. Le pongo el pin justo debajo del pecho, seguro que se agacha un poquito. Suelto y veo que pega un salto para arriba, ¡Creo que le he dado!. No estoy seguro, pero tengo muy buenas vibraciones.

Vuelvo al coche a por los refuerzos, el Jefe y Carlos ya están nerviosos, han oído el flechazo. En ese momento llega Conroy con los pisteiros, no han visto huellas. Les cuento todo y vamos al sitio del tiro. Iba a señalarles más o menos la zona donde le había tirado, cuando Joaquín encuentra una minúscula gota de sangre. ¡La leche como ven!

Se ve poca sangre, y la flecha que me trae Isona no tiene muy buena pinta. Decidimos darle más tiempo al encontrar un poco de tripa, parece que se me ha quedado trasero. A la media hora volvemos, esta vez armados hasta los dientes.

Enseguida vuelven a coger el rastro, y a unos escasos 30 metros estaba el duiker. El tiro le había entrado un poco de atrás a delante, pero la salida era perfecta. ¡Yuhuuuu! ¡Pedazo duikero rojo! ¡Que ilusión! Estoy que no quepo en mi. Si es que cuando el sexto sentido te manda buenas vibraciones, hay que hacerle caso.

A las ocho, después de limpiar el duiker y colocarlo de cebo para Rui, cortamos en una pan huellas de búfalo frescas. Se trata de un grupo de cinco o seis búfalos grandes, así que cojemos agua y a seguirles.

Les levantamos a pocos metros tres veces, pero con la hierba tan alta es imposible verles, no hay manera. Paramos un rato para dejarles tranquilos, comemos un huevo duro con pan que llevábamos en la mochila, y seguimos detrás de ellos. Vemos un duiker por el camino y un nyala pequeño.Ese movimiento de cola de los duikeros les delata muchas veces. También le tiro a un gallina pero no la cobro, son unos pajaros durísimos.



A las cinco dejamos le huella, estamos muy lejos del coche y solo falta una hora de luz. Con el terreno como está creo que no va a ser fácil tirar un búfalo.

Al llegar al campamento nos damos un duchazo que nos sabe a gloria, hoy nos hemos pegado una buena caminata, desde las ocho hasta casi las seis de la tarde, y solo les hemos oído correr.

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