Después de los muchos preparativos y nervios por la cita en la finca de Bruno (ph), por fin el Viernes a las 12 de la mañana me ponía en camino. Alberto (Rutinguer) me esperaba en Zaragoza para dejar allí su coche y continuar juntos después de comer.
Sobre las 6 de la tarde llegábamos al pueblo que nos había indicado Bruno. Nos acomodamos en el hostal y enseguida vino Bruno a darnos la bienvenida y a tomar una cervecita con nosotros.
Alberto había llevado la foto ganadora debidamente ampliada y enmarcada y se la regalo a Bruno como recuerdo.
Al ratito de estar charlando vino Paco (Pil pilis). Que se unió a la charla, hasta que nos dio la hora de cenar y nos despedimos de ellos hasta la mañana siguiente, quedamos a las 6:45.
La verdad es que de esta pequeña reunión ya sacamos muchas impresiones, todas buenas y a la postre todas acertadas. ¡Otra cosa buena que nos llevamos a la cama ese día fue la cena que nos dieron en el hostal! Ya con el estomago lleno nos acostamos pronto para poder descansar del viaje, a ver si pasaba pronto la noche, y así empezar nuestra ansiada cacería.
Al día siguiente Bruno bajo a buscarnos a la hora acordada, mientras Paco arriba en la finca preparaba la “pepa” de corcho para las pruebas de tiro. Mientras subíamos hacia la finca nos hacíamos una idea del monte “guapo” que nos esperaba y de las dimensiones de la finca.
Llegamos al centro de operaciones que tiene Bruno en su casa, “todo al detalle” y seguido fuimos a tirarle a la volumétrica para pasar las pruebas de aptitud para cazar, enseguida se dieron cuenta de nuestra destreza y a la sexta serie de diez ya nos dejaron cazar... ja ja ja
Alberto se fue con Bruno y yo me fui con Paco, subimos a la torreta y no tardaron en aparecer los primeros animales, pero no acababan de entrar a comer. La lluvia aunque fina era persistente y el viento nos daba mal, así que Paco opto por que cambiáramos de puesto. Llamo por la emisora a Bruno y al poco vino en nuestra busca.
Llegamos al nuevo puesto y nada más marchar el coche aparecieron tres muflonas que entraron de cabeza a comer, nos lo tomamos con calma y disfrutamos del momento. Un momento antes me comentaba Paco si había disparado alguna vez desde torreta y que debía corregir el tiro a la baja con la medida del telémetro, pero no las tenía todas conmigo así que apunte con el pin que me marcaba el telémetro. Total eran solo 23 metros.
Pero al final tenia razón el bueno de Paco y entre que yo apunte al centro y que se agacho el animal, la flecha se me fue 2 dedos por encima del lomo, menuda cara de tonto se me quedo.
Entonces me dijo Paco:
-“¿No has corregido verdad?”
-"Pues la verdad no, es que la veía más que muerta"
-“Tranquilo, se aprende más de los fallos que de los aciertos”
Supongo que querría decir, “Menudo tomate que me ha tocado hoy, ¡Este no mata ni el tiempo!”, pero no tuvimos mucho tiempo para lamentarnos ya que no paso más de media hora antes de que entrara otro grupo. Esta vez eran tres hembras y un pequeño machito que se acercaron a comer. Elegimos la muflona más grande y vieja y espere a que se separara.
Esta vez si que apunte corrigiendo, ahora llovía con fuerza, solté el flechazo y a los dos nos pareció que había sido bueno. Bbajamos de la torreta y fuimos en busca de la flecha que apareció sucia pero sin sangre y lavada con la lluvia, a Paco le dio mal rollo “Creo que va de tripa...”
Ahí me empezaron los nervios, enseguida fuimos en su busca ya que el rastro se borraría por momentos, pero no dio ni gota de sangre. Entramos en un pequeño bosque donde las vimos subir y allí estaban. Nos agachamos y esperamos mientras Paco miraba con los prismáticos en busca de la muflona herida. La veo, está trasero pero la altura buena, no queríamos que se fueran y esperamos allí arrodillados, entonces Paco me dio una gran alegría, “¡Se ha tumbado!”.
Los demás muflones esperaban a su lado, y decidimos acercarnos un poco y tirar una flecha de remate, que al final fue de aviso...jajaja. Estaba a 30 metros tumbada y yo ya nervioso le tire, pero la flecha paso por encima asustando al grupo. Esta seguía tumbada, así que cogí el cuchillo y me acerque con sigilo por detrás a remátala, el animal estaba herido de muerte y no hizo ademán de levantarse, así que acabe con su sufrimiento, y cobre mi primera muflona, eran las diez y media de la mañana, mejor no podía empezar.
Nos fuimos a casa de Bruno y almorzamos un poco esperando a Alberto y Bruno, que no daban noticias por la emisora. A eso de la una llegaron con cara de no haber tirado, y efectivamente así
había sido.
Quedamos en empezar pronto por la tarde ya que anochece rápido, así que comimos en el hostal y a las 3:30 estábamos otra vez de camino al puesto, Alberto cambio de puesto y nosotros también, ya que ahora quería tirar a una gama y Paco me dijo de otra zona con más gamas.
Estuvimos un buen rato hasta que entro la primera, pero tenia una cría y las instrucciones eran claras,si va con cría no se le tira, así que una vez más casi anocheciendo cambiamos de puesto, esta vez nos pusimos en un comedero que no tenia torreta.
Allí me escondí detrás de unos arbustos. Al ratito entraron 4 muflonazos y una docena de gamas (pedazo rebaño). Intente salir de detrás de los arbolitos pero había muchos ojos y enseguida me vieron y salieron por patas. Una pena. Así acabamos el día y Alberto seguía sin que le entrara ninguna hembra, ¡Que mala suerte!
Nos dejaron en el hostal, duchita, cena (cojonuda) y a dormir.
El domingo todos queríamos lo mismo, que le entrara alguna hembra a Alberto y pudiera tirar. Y con esas nos subimos a los puestos, nosotros empezamos en la torreta en la que habíamos estado la tarde anterior.
No habían pasado 15 minutos cuando empezó a llover como si se fuera a acabar el agua, y decidimos bajarnos e ir a buscar el fuego de casa y esperar allí. Estuvimos como una hora antes de que parara, y en cuanto paro volvimos a los puestos, pero estaba que no cazáramos esa mañana y volvía a llover todavía con más fuerza .
Así que volvimos a bajarnos a buscar el fuego, esta vez en vista del cielo decidimos bajar al pueblo a almorzar y si paraba de llover saltarnos la comida y seguir intentándolo más tarde.
Sobre las 2 había parado la lluvia y nos disponíamos a hacer otro intento, Paco y yo fuimos al puesto que habíamos visto por la mañana con gamas, y Alberto y Bruno fueron al que había matado yo la mía.
Seguía lloviendo levemente y la tarde pasaba sin noticias de Alberto. En nuestro puesto entraron una muflona y un machito que no quise tirar y después de dejarles comer nos fuimos para el coche. Cuando nos llamo Bruno que habían tirado y estaban esperando para pistear, enseguida nos unimos y empezamos con la búsqueda, la flecha daba buena sangre y las plumas estaban rotas, señal de que había tocado hueso.
La primera sangre la vio Paco pero tardamos mucho en verla ya que daba el rastro cada muchos metros, Nano el perro de Bruno hacia lo que podía y Paco iba lanzado con el rastro, pero la lluvia no paraba y complicaba el pisteo por momentos. La muflona tiro hacia abajo y Paco y Bruno lo vieron claro “como entre al barranco se acabo”. Y así fue, el rastro entraba en el barranco y allí lo perdimos, una gran pena por el animal y por Alberto que no pudo cobrar su muflona.
Eran ya más de las 5 y todavía nos esperaba un largo camino a casa, volvimos a casa de Bruno y allí con la cámara en la tele, vimos con claridad el tiro que llevaba el animal, que era bueno, pero como se demostró, estos animales son muy duros.
Nos hicimos una ultima foto y bajamos al pueblo a despedirnos.
Eran las 6 cuando salíamos del pueblo dirección a casa, dejando allí a dos tíos de lo mejorcito que hemos conocido y pensando en volver algún día (que sea pronto). En el camino de vuelta Alberto venia callado (algo muuuuuuuuuy raro), pero es que de verdad había tenido mala suerte. En alfajarin comimos un bocata y nos despedimos con un abrazo de hombres.
Emocionados y entristecidos, cada cual cogió su camino de regreso, mientras conducía pensaba en la desilusión que llevaría Alberto, pero enseguida caí que aparte de ser un tío cojonudo, también tiene el “don” de ser “inmune al desanimo”. También pensaba en lo afortunados que habíamos sido viviendo esa experiencia, y lo mucho que tardaríamos en olvidarla.
Lo que pienso ahora, desde que vine de allí es que “solo hay una cosa mejor que una buena jornada de caza ,y es una buena jornada de caza con AMIGOS”.
A ellos va dedicado este relato.
EDUARDO LARA
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