Final Tranquilo
La calidad de la grabación no es muy buena porque la cámara estaba a pleno sol y la temperatura era de cerca de 30º a la sombra...
Con el Arco en Australia (y 3)
Al día siguiente nos despedíamos de John y su familia y seguimos viaje, hasta que unas jornadas más tarde llegamos a la zona en la que estábamos al principio de éste relato, volviendo al coche después de haber cazado el wallaby.
En realidad aparecimos allí por casualidad. Siguiendo una pista de los aborígenes de pronto aparecimos en una enorme playa en la que desaparecían las rodadas, más adelante había un brazo de mar, al otro lado seguía el bosque. Como no sabíamos si era posible pasar la ría, ni teníamos la intención de meternos en ella para comprobar la profundidad, sobre todo después de haber visto los peligrosos cocodrilos de agua salada deambulando por las proximidades, decidimos quedarnos a cazar por allí y mirar a ver si pasaba alguien y nos indicaba como salir de aquella encerrona, ya que volver sobre nuestros pasos nos suponía un rodeo de más de
El lugar era precioso, con palmeras, eucaliptos, aves acuáticas y mucho rastro de jabalí. Aquí pasamos dos días cazando y a pesar de ver bastantes solo pudimos abatir uno, eso sí, con buenas defensas.
Al final del segundo día, cuando estábamos recogiendo leña para la hoguera, oímos a alguien que se acercaba y nos encontramos a otros que iban guiados por un aborigen. Les preguntamos por dónde podíamos salir de allí y nos indicaron que la única forma posible era atravesando la playa y la ría buscando un vado que “creían que podíamos pasar con el todo-terreno”. La otra alternativa era dar el rodeo, pero, como no teníamos gasoil suficiente, lo que se imponía era arriesgarse a cruzar.
El mayor problema era que al coger el vehículo nos avisaron que el seguro no nos cubría absolutamente nada si nos adentrábamos en aquella parte del país, así que deberíamos asegurarnos del tipo de fondo que era y de su profundidad. Así que primero tenía que pasar uno de nosotros a pie con un ojo en el fondo y otro en los cocodrilos. Encontramos el vado y al ver que teníamos posibilidades nos lanzamos, Afortunadamente, pero no sin problemas, logramos pasar.
Una vez al otro lado seguimos la pista llegando a una zona árida y reseca que tardamos un día en atravesar, llegando a las planicies del Golfo de Carpentaria. Es esta región más pobre en vegetación y en agua por lo que pasamos por ella casi sin detenernos hasta entrar en el Territorio del Norte en los que vuelve a aparecer la vegetación boscosa.
En esta zona conseguimos abatir dos jabalíes más y algunas aves que pasaron rápidamente a la sartén, resultando ser deliciosas.
Sabíamos, por la recopilación de información que hicimos al preparar el viaje que nos encontrábamos cerca de unas montañas frecuentadas por los aborígenes nómadas en las que había abundantes pinturas rupestres. Dedicamos el día a buscarlas por entre los abrigos rocosos, descubriendo asombrados la agradable temperatura que allí se disfrutaba. Ello era debido a las corrientes de aire que se producían al pasar el viento por los huecos que había entre los grandes bloques de piedra. Como era de esperar allí se hallaban las pinturas. Nos sorprendieron por su originalidad y su atención al detalle, apreciándose el esmero con el que fueron realizadas. Respetando sus creencias no nos adentramos en la zona que ellos consideraban sagrada y por lo tanto estaba prohibida la presencia de los no aborígenes.
El lugar era muy agradable, por lo que aquí nos quedamos a disfrutar de los últimos días que nos restaban en un país tan distinto al nuestro, pero tan misterioso y fascinante al mismo tiempo.
Tres días después en Darwin, donde terminaba nuestra aventura australiana, cansados pero contentos de haber hecho realidad un sueño que nunca creímos íbamos a realizar.
Con el Arco en Australia (2)
Cuanto más cerca del norte estábamos, más espaciados estaban los poblados. La mayoría eran aborígenes y en algunos de ellos éramos los primeros españoles que habían aparecido nunca –incluso nos hicieron firmar una especie de libro de visitantes. Generalmente estos poblados se encontraban cerca de los pocos ríos con agua que quedaban en la región, y aquí era donde nos aprovisionábamos del tan preciado líquido del que siempre andábamos escasos a pesar de que teníamos capacidad para llevar unos
Unos días después, tras muchos kilómetros y horas de pista, llegamos al Top End y todo era igual que lo que habíamos visto durante cientos de kilómetros. Cansados y polvorientos nos sentamos a la sombra de una gran roca para hacer balance. En todo este tiempo no habíamos cazado nada a excepción de un pavo salvaje que fue rápidamente a la cazuela; ni siquiera habíamos visto un triste conejo. Tenemos la suerte de que la caza con arco te vuelve inmune al desánimo, por lo que pasamos al siguiente paso en la expedición: dirigirnos hacia el Golfo de Carpentaria.
Varias jornadas mas tarde paramos a repostar en un poblado, en cuyo único bar, y por casualidad, contactamos con John – un neozelandés que tiene una propiedad de más de 1.000 km2 en la que apenas viven únicamente ocho personas. Fuimos allí con el propósito de aprender el sistema que utilizan ellos para cazar el jabalí.
Antes de llegar a la casa de John tuvimos que atravesar uno de los muchos incendios que se producen en ésta época tan seca del año. Al principio te impone, pero luego ves que no es tan peligroso como parece a primera vista.
Llegamos a mediodía y comenzamos a cazar avanzando en mano por los dos márgenes de un pequeño riachuelo. Apenas llevábamos media hora de caminata cuando oímos un chapoteo a unos
Después de las felicitaciones y fotos de rigor paramos un momento para comer un bocadillo, y al rato, ya estábamos de nuevo metidos en faena. Al atardecer descubrimos a un buen macho tumbado en el barro. Pope se acercó escondido entre los matorrales sin poderlo divisar, ya que estaba apoyado contra una pared de la orilla del riachuelo. Yo que estaba en la otra orilla le iba guiando mediante señales con las manos, cuando de pronto, el verraco le venteó y de un salto empezó a correr, en el mismo momento Pope le envió una certera flecha atravesándole los pulmones y haciéndole caer a los pocos metros, ya sin vida y terminando así una jornada que tardaremos mucho en olvidar.
Con el Arco en Australia (1)
Caía la noche y estaba siguiendo el rastro del wallaby (especie de canguro) al que había alcanzado media hora antes. Lo encontré a escasos 50 metros del lugar donde le había atravesado con mi

Me tome tiempo para admirar un animal que nunca antes había cazado, tan curioso para mí que me entretuve más tiempo del debido. Con la lógica alegría saqué unas fotos y lo colgué de un eucalipto para volver a la mañana siguiente a por la carne.
Para entonces ya estaba oscureciendo y aún tenía una caminata de más de tres kilómetros hasta nuestro pequeño campamento. Después de un vistazo a la brújula cogí un rumbo en aquélla inmensa llanura esperando acertar en la localización de mis compañeros, ya que no me apetecía pasar una noche al raso en un lugar tan inquietante como aquel.
Todo había empezado hacía tres semanas cuando Pope, mi hermano Jorge y yo llegamos a Cairns, en la costa este de Queensland después de unos largos y accidentados vuelos que nos dejaron bastante trastornados. Al salir del aeropuerto, el fuerte calor tropical nos golpeó en la cara dejándonos aún peor.
Como no queríamos perder tiempo, nos dirigimos al lugar donde debíamos recoger el todo-terreno que teníamos alquilado para todo el mes. Era un vehículo con capacidad para tres personas, con una especie de cama en la parte trasera, que sería nuestra casa y “horno” durante toda nuestra estancia en el país.
Una vez recogido, lo primero que hicimos fue cargarlo de agua, comida, mapas y gasolina. Seguidamente salimos de la ciudad por la carretera que nos llevaría rumbo al norte.
Al caer la noche aparcamos a un lado de la carretera en una zona de acampada.
Mientras estábamos organizando el equipo apareció una vetusta furgoneta con un típico y curioso australiano que nos interrogó primero y después nos dio mucha y valiosa información del “outback” –así llaman los australianos a las deshabitadas llanuras semiboscosas del interior.
Al día siguiente seguimos carretera adelante y a los pocos kilómetros se convirtió en una pista arenosa que no dejaríamos en todo el resto del viaje hasta cerca de su final.
Con un mes por delante y toda la ilusión del mundo devorábamos las distancias adentrándonos en un paisaje fascinante. Mientras avanzábamos íbamos discutiendo las tácticas que deberíamos utilizar para cazar en aquellas tierras. Nuestra principal pieza sería el jabalí y el sistema a seguir sería simple: avanzar por los cauces de los ríos ya que, a pesar de que la mayoría estaban secos, eran las únicas zonas con algo de humedad y por consiguiente disponían de más comida y refugio que en los otros lugares.
Además nos sería de gran utilidad el seguir los cauces para tener una orientación en un lugar tan llano y falto de referencias. Más tarde nos daríamos cuenta de nuestro error.
Pasaron unos días y, aunque veíamos algunos jabalíes, no conseguíamos acercarnos lo suficiente para poder utilizar nuestros arcos. A pesar de su relativamente mala vista era difícil arrimarse porque su oído y su olfato les avisaban rápida y certeramente del peligro.
En líneas generales distribuíamos la jornada de la siguiente manera: nos levantábamos a las 5:30, desayunábamos frugalmente y a continuación cada uno salía en la dirección que previamente habíamos acordado. Cazábamos a rececho aproximadamente hasta las 10, hora en la que nos reuníamos y, si no había novedades, montábamos en el coche y seguíamos hacia el norte hasta media tarde y de nuevo a cazar hasta la noche.
Uno de esos días comprobamos que nuestro sistema de orientación no era muy fiable al ver que ya eran las tres de la tarde y todavía faltaba por llegar Jorge al campamento. Ya comenzábamos a preocuparnos cuando oímos entre el matorral un ruido “a jabalí rompiendo monte”. Era Jorge que venía a la carrera sudoroso y polvoriento. Después de liquidarse dos cantimploras de agua, nos contó lo sucedido: Cuando salió a cazar río abajo lo hizo por la margen izquierda y al regreso volvía por la margen derecha, pero no advirtió que por ese lado llegaba otro afluente, así que siguió por él sin imaginarse que así comenzaba a alejarse.
Al rato se dio cuenta de que no iba bien por lo que volvió sobre sus pasos, pero al
ser el terreno tan llano los ríos forman uno meandros muy largos y acusados,

ocasionalmente unidos por una especie de canales trasversales por lo que se convierten en un verdadero laberinto. Cuando vio la situación en la que se encontraba no perdió la calma y fue mirando y marcando todas las bifurcaciones que iba encontrando en su camino, así consiguió llegar al campamento. Aquí aprendimos dos cosas: a no fiarnos de los ríos y a llevar siempre la brújula encima con un pequeño mapa de la zona.
Corcinos

En esta época es posible que nos encontremos corcinos entre la hierba, solos, inmóviles,indefensos y aterrorizados. Es fácil que pensemos que están perdidos, y que de no hacer algo, algún depredador lo encontrará. Pero si de verdad queremos ayudarle, lo mejor que podemos hacer es irnos cuanto antes.
Los corzos usan como sistema de defensa la carrera.Durante las tres primeras semanas de vida,el corcino todavía no pueden seguir a su madre, de ahí que se oculte entre la hierba, inmóvil, intentando pasar desapercibido. Su madre de vez en cuando le visita para darle de mamar, y limpiarle bien para que no huela.
Si nos encontramos un corcino, no debemos tocarlo, la madre puede rechazarlo si huele a humano. Por otro lado, si permanecemos mucho tiempo por la zona, podemos alertar a depredadores, tales como zorros o perros. Y por supuesto, nunca cogerlos, no están solos.

Después de explicarle al vecino del pueblo todo esto, cogimos el corcino, el no sabía que hacer con él. El guarda del pueblo decidió encargarse de él, a ver si conseguía sacarlo adelante. La primera semana fue dura, apenas comía y estaba muy débil. Poco a poco se fue recuperando, comía bien, corría por el jardín, saltaba.. Parecía que se estaba adaptando bien, hasta que una tarde sin previo aviso, se desplomo...Menudo disgusto, después de todo el esfuerzo, cuando empezábamos a ser optimistas, cae rotundo.
Es difícil que un corzo sobreviva al cautiverio, y si lo consigue, no lo puedes devolver a la libertad porque no tienen miedo al hombre. Por otro lado, los machos se pueden volver agresivos, y no sería seguro tenerlos en casa.
Contárselo a vuestros amigos, a ver si entre todos ayudamos a los corzos. Tenéis mas información en la pagina web de la Asociación del Corzo Español. Ellos están trabajando muy duro para evitar que sucesos como el que os acabo de contar, se vuelvan a repetir.
Videos
VIDEOS CAZANDO CON ARCO
Esperamos que os gusten,
Caza Internacional
Jorge con un precioso cola blanca cobrado en Texas el año pasado.

Jose Miguel con un jabali cobrado en Texas

Peio con un bufalo argentino

Yukon Territories

Jose Carlos con un blessbuck de Sudafrica

Un pecari cobrado el año pasado en Texas

Jose Miguel con un buen faco de Sudafrica

Jorge y Peio con un oso negro cobrado en Canada

El majestuoso kudu

Jose Miguel con un waterbuck cobrado el año pasado en sudafrica

Jordi Poles con unas bonitas piezas cobradas en el 2007 en Africa.
Daniel Bonifacini con una mulita cobrada en la provincia de Entre Rios.
Al final aparecieron



Una espera entretenida


No sabia si era uno de los de antes, así que decidí intentar juzgarle al darle la luz, y no precipitarme. Tense despacito, presiono el pulsador y.. era bastante mas grande que los otros! Busco rápidamente el primer pin, lo coloco en la paletilla y suelto. Sale corriendo como un diablo, le oigo romper monte y en unos segundos vuelve el silencio. No sabía donde la había podido dar, así que deje que se tranquilizase el monte y me bajé para volver al día siguiente..

Detras de los corzos 4

Por la tarde me comieron los insectos, y solo vi un machete que marcaba las seis puntas justo justo, primera cabeza, y le deje marcharse tranquilo..

La flecha se cuela por las ramas y le pega al corzo perfecto. Yuhuuu!! Sale corriendo sin saber lo que a pasado, ladrando como un loco. Se para despues de andar unos veinte metros, y deja de ladrar, da un paso para atras y se desploma...YUHUUUUUUU!!!
Detras de los corzos 3

Hice un par de llamadas para intentar no pensar en el corzo y ponerme nervioso.El corzo se había llevado su segunda flecha, pero seria la ultima?...Haciendo caso omiso de los consejos del Guanche para que fuese a cobrar el corzo yo solo, ¡Espere a los refuerzos! Vino Julito con Bob, y Juanjo, un guarda nuevo que estaba aprendiendo. Soltamos a Bob en la flecha, y salió corriendo como un loco con la campanilla. Empezamos a buscar sangre, pero nada de nada. Así que nos dirigimos al punto en el que el corzo había desaparecido, a buscar sangre y darle tiempo al perro para que viniese y se pusiese a buscar por la zona.
Oíamos el campanillo de Bob alrededor nuestro, y de repente, ¡¡¡au aua ua!!! Había levantado un corzo, y por la forma del ladrido lo había levantado de su morro. Nuestras caras empezaban a blanquear, mientras oíamos el campanillo de Bob y sus ladridos alejarse hacia el barranco. Era el corzo seguro, y tras haber esperado casi una hora y media, corría. Mal asunto, muy mal asunto.
Fuimos hacia la zona en que se había levantado el corzo, con la esperanza de que fuese otro corzo que hubiese encamado por la zona, pero esa esperanza apenas duro, pronto encontramos un charco de sangre. ¿Pero de donde era la sangre?? No estaba claro. ¡Buff! mal rollo.
Más adelante encontramos más sangre, pero solo encontrábamos charquitos aislados, era imposible seguirle la pista, además Bob seguía sin volver. Pasaba el tiempo, y de repente me parece oir al perro ladrar dentro del barranco. Aviso a Julito y Juanjo y salimos corriendo para intentar escuchar al perro, igual lo tenia parado, crucemos los dedos.
Salimos del bosque cerrado, y desde ahí, oíamos

Oímos el campanillo correr detrás del corzo, nos quedamos inmóbiles....¡¡au aua ua ua auau!! ¡¡Lo tiene parado otra vez! ¡Corre! Salimos corriendo, no se cuantas ramas me comí, pero eso era lo de menos.
Salgo a una campita dentro del bosque y me encuentro al corzo dos metros metido en el monte, tumbado, mirando para todos lados con Bob ladrando, debía de andar fastidiado. Por un segundo me quede atontado con la emocion y belleza de aquella imagen, pero rápidamente cogí una flecha y tense, Julito llamo al perro y ¡¡zas!! Un supositorio, con ese flechazo no se iba a ir lejos, ni se movio, Julito por detras me decía: ¡¡Otra otra!! ¡¡Vacia el carcaj!! Cogo otra flecha y le parto el corazón, se levanto con las dos banderillas y salio corriendo.
Tres flechazos en el cuerpo y todavía corría, hay que ver la fuerza de estos bichos. Esperamos un cuarto de hora para que el corzo se enfriase, no se habría ido lejos. Con solo un flecha ya en el carcaj, vamos Julito y yo poco a poco, rastreando los chorros de sangre que dejaba por todos lados, mientras Juanjo se quedo con el perro. Paso a paso, despacio...¡¡Ahí esta!! Veo el culo del corzo entre los roble, 10,15 metros, miro con los prismáticos, creo que no respira, Julito por detrás me dice que le tire otra por si las moscas, pero que afine que solo me queda una.Tenso y zas!! No se mueve. ¡¡YUHUHUUHUHUHU!! ¡¡Ha caído!!¡¡Por fin!!

Salgo corriendo y ahí estaba, ¡Que ilusión más grande! Muchas horas, sudores y lágrimas. Le quito las flechas del cuerpo para que el perro no se cortase, de ahí que no sepa donde le di el primer tiro, ya que tenia ocho agujeros , y casi todo cortado, cuatro felchazos...¡¡Que gozada!! ¡Todavía no me lo creo! Julito al verlo me dijo que ese era el cabroncete que llevábamos dos años buscando. Es un seis puntas, muy abierto pero un poco corto, parece joven pero es un corzo viejo, de esos que iba a menos, probablemente el año pasado fue mejor. Menudo pivotes tenía, y los dientes bastante destrozados..
Mi primer corzo con arco, no puedo pedir más...gracias a todos..